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06 abril 2007

Kaká


KAKÁ
“En Brasil tenemos buenos jugadores en distintos puestos. Pero creo que el mejor en estos momentos es Kaká. Es muy habilidoso y ya es uno de los mejores futbolistas del mundo”. Nadie puede negar que O Rei Pelé sabe de qué habla, sobre todo cuando se trata de uno de sus compatriotas. De hecho, el joven prodigio brasileño Ricardo Izecson Santos Leite, apodado Kaká por su hermano, se ha convertido en unas cuantas semanas, y con apenas 22 años, en el motor y cerebro del Milan AC, desplazando sin miramientos a la salida del club a su compatriota Rivaldo y relegando al banquillo al portugués Rui Costa. Campeón del mundo con Brasil en 2002, a pesar de no jugar más que algunos minutos ante Costa Rica (5-2), Kaká se ha confirmado sobradamente desde entonces, adquiriendo cada vez un mayor peso y convirtiéndose en un elemento fundamental del engranaje de su selección. “En el campo siempre asume el máximo de riesgos, y rara vez se equivoca”, reconoce el seleccionador brasileño, Carlos Alberto Parreira. “Con él y Adriano, la selección no tendrá ningún problema durante varios años. Son jóvenes y buenos. Vamos a poder divertirnos durante un buen rato”, insiste el incombustible Cafú, que sin embargo ha visto desfilar a un gran número de promesas con la camiseta de los quíntuples campeones del mundo. Raí, ex capitán de la Seleção y del São Paulo, siempre ha sido el ídolo de Kaká, nacido en Brasilia, pero que creció en la capital paulista. Y sin duda no es casualidad que ambos se parezcan. Para empezar, al igual que Raí, lejos de los estereotipos, Kaká no es un muchacho de las favelas que hizo sus primeros regates con un balón de trapo. Procedente de una familia acomodada y cultivada, se centró en los estudios mientras fueron compatibles con su oficio. Cuando vio reconocido su talento, y recibió sus primeros salarios considerables, su prioridad fue financiar el ingreso de su hermano en el mejor instituto de São Paulo, en lugar de comprarse un coche de lujo. Tifoso desde el primer momento Salvado de milagro de un grave accidente en una piscina en 2000, tuvo que trabajar con ahínco para llegar a la cumbre, si bien las cualidades naturales que posee están muy por encima de la media. “A los 15 años, era pequeño y se cansaba rápido. Conforté a sus padres diciéndoles que estuviesen tranquilos, porque crecería, ya que en su familia todos eran grandes. A los 17 años medía 1.80, pero era delgado. En dieciocho meses de trabajo específico ganó diez kilos de masa muscular y pudo comenzar a desplegar plenamente su talento sobre el campo”, cuenta Turíbio Leite de Barros Neto, preparador físico del club de São Paulo y coordinador del centro de medicina deportiva de la Universidad de São Paulo. De todas formas, en su cabeza, Kaká ya estaba programado para jugar en el Milan. Juca Pacheco, uno de sus mejores amigos, todavía recuerda las interminables partidas de PlayStation que Kaká disputaba con Júlio Baptista, actual centrocampista ofensivo del Sevilla. “Baptista solía jugar con el Manchester, mientras que Kaká elegía sistemáticamente al Milan. Sólo tenía a ese club en la cabeza, y ha logrado conquistarlo”, narra Pacheco. De hecho, Kaká no debería haber llegado a Italia hasta julio de 2004. Pero como los ojeadores del Chelsea empezaban a interesarse más de cerca por este fenómeno, Leonardo, ex campeón brasileño ahora integrado en el cuerpo técnico del Milan, lo convenció para que no se eternizase en Brasil y probase suerte enseguida en el Calcio. De este modo, por un contrato de 8,5 millones de euros por cinco años, Kaká partió a la conquista del club de sus sueños. Y en menos de una temporada se ha metido a San Siro en el bolsillo.

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